lunes, 6 de abril de 2009

PREPAREMOS LA PASCUA.


“El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la Pascua, vinieron los discípulos a Jesús, y envió a Pedro y a Juan, diciendo:
-Id, preparadnos la pascua para que la comamos.
Ellos le dijeron:
-¿Dónde quieres que la preparemos?
El les dijo:
-Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle, hasta la casa donde entrare y decid al señor de la casa, al padre de familia de esa casa: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos. ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos? Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad para nosotros allí.
Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó. Fueron, pues, y entraron en la ciudad, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.”
Resumen de San Mateo 26:17-19; San Marcos 14:12-16 y San Lucas 22:7-13.



Como en aquellos tiempos, los cristianos de todo el mundo, celebraremos en estos días la Semana Santa o Semana Mayor, en la que recordamos o más exactamente revivimos los dramáticos acontecimientos del juicio, crucifixión, muerte y resurrección de nuestro Salvador y Señor Jesucristo. Podremos tener diferencias en la interpretación de las fechas y los tiempos en que estos hechos ocurrieron, y aún en la forma y en las liturgias utilizadas para el memorial. Mas en una cosa concordamos: que es el hecho más importante en toda la Historia de la Humanidad y en la historia de nuestra vida particular. Si tales sucesos no hubiesen ocurrido, estaríamos aún en tinieblas, muertos nuestros espíritus en delitos y pecados, ignorantes de la vida sobrenatural, caídos bajo el dominio de Satanás y a merced de toda tentación mundana y en las concupiscencias de nuestra carne; no habría esperanza para ningún ser humano y estaríamos eternamente condenados a existir lejos de Dios.

Los discípulos y el Maestro se preparaban para celebrar la fiesta en que se sacrificaba el cordero de la Pascua, como Moisés lo enseñó al salir de Egipto. El cordero es el animal perfecto y limpio, sacrificado a Dios por nuestras culpas. Indudablemente, como ya lo hubiera dicho Juan El Bautista, Jesús es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Los hebreos durante varios siglos celebraron la Pascua, pensando tan sólo en su liberación de la esclavitud en Egipto; desconociendo el verdadero misterio encerrado en aquella fiesta religiosa, cada vez que compartían el cordero pascual, en realidad estaban profetizando la muerte del Mesías, que ofrecería Su vida en sacrificio por los pecadores para darnos completa libertad.

El Maestro encargó de entre todos sus discípulos, a Pedro y a Juan que preparasen, comidas y bebidas, y la disposición del lugar y la mesa, para esa celebración. Aquellos que tendrían los más altos honores entre los apóstoles, uno el que abriría las puertas del Reino de los Cielos a la multitud de judíos en Pentecostés y luego a los gentiles en casa de Cornelio; el otro, que escribiría el más espiritual de los Evangelios, y abriría la puerta de los cielos para mostrarnos todas “las cosas que sucederán después de estas”. Ambos deberían primero “servir a las mesas”. Quien pretenda los mejores lugares en el Reino, sirva a sus hermanos. Les dijo claramente: -Id, preparadnos la pascua para que la comamos.

Es impresionante leer las instrucciones que Jesús da a los dos discípulos. Son precisas y claras. Con realismo podríamos pensar que el Maestro ya había acordado con el dueño del aposento alto los términos de la cena pascual, pero los Evangelios sinópticos no dan cuenta de un hecho así. ¿Por qué habrían de omitir esos detalles? Sencillamente porque Jesús nunca trató antes el asunto. Como Señor del tiempo Él sabía que cuando los discípulos fuesen a la ciudad encontrarían un hombre que lleva un cántaro de agua. Sería la señal para ellos. Los discípulos no pidieron explicaciones lógicas al hecho, como tal vez lo hubiésemos hecho nosotros. Creían con la fe de un niño, todo lo que su Maestro les decía.

Lo que sigue a continuación es aún más sorprendente. Siguiendo al aguador llegarían hasta una casa desconocida para ellos, en la que deberían decir al dueño de casa: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos. ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos? Todo el pueblo conocía a Jesús y sus discípulos. El hombre los reconocería por sus vestidos polvorientos, sus barbas y sobre todo por su modo de hablar, como seguidores del Maestro. Y Jesús, que conoce los corazones de todos los hombres, sabía que aquél jerosolomitano abriría las puertas de su hogar al Enviado del Padre. No sabemos quien fue ese señor que generoso abrió sus puertas a Jesucristo, pero de algo estamos seguros y es que creyó en Él y le ofreció el aposento alto. Asimismo usted debe abrir al Señor su corazón y estar dispuesto a ofrecer todo tipo de bienes, materiales y espirituales, a Aquél que lo dio todo por su salvación. Un día conoceremos personalmente a este hermano que supo servir anónimo al Señor.

Cada cristiano y cada iglesia del mundo celebra de un modo particular estas fiestas de Semana Santa. Hagámoslo no como una tradición más ni por obligación. No valdría la pena hacerlo de mala gana. Celebremos con fe, recordando los gloriosos y sorprendentes hechos vividos por Jesucristo y Sus apóstoles. Celebremos con reverencia, ante la Palabra de Dios, siempre viva y eficaz para darnos a entender la profundidad de estos misterios: la muerte del Salvador, Su descenso al lugar de los muertos, Su resurrección, manifestación a sus discípulos y glorificación a la diestra del Padre; como también nuestra redención, justificación y santificación.

Hoy el Señor nos dice: “preparad la Pascua”. Al igual que los discípulos, tengamos fe y vivamos el lavado de pies, la cena del Señor, la meditación en Su muerte, la Pascua de Resurrección y toda celebración litúrgica, con un corazón abierto a Él. Es probable que Él desee en estos días traer una revelación especial para Su pueblo. Pedro y Juan entraron en la ciudad, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua. Hicieron como Jesús les mandó. Entremos también nosotros en la Ciudad de Dios, preparemos y vivamos la Pascua del Señor.

Como ya es costumbre entre nosotros, festejaremos el Seder Pesaj, la cena pascual judía, para comprender mejor el contexto histórico-cultural en que se desarrolló la última cena de Jesús con Sus discípulos y la riqueza de los símbolos contenidos en el rito como la especial pedagogía de nuestro Señor para transmitirnos los misterios de nuestra salvación. ¡Qué el Señor les bendiga en estas fiestas!

Pastor Iván Tapia